Entrevista sobre valors

Ahir, l'escola on vaig cursar bona part de l'ESO i el Batxillerat, em va demanar de participar en un reportatge que estan preparant sobre els valors del centre i avui he trucat al diari corresponent, hem parlat i la resta ha estat per correu. Era sobre què havia fet i què feia, edat i valors. He començat en català, però era en castellà, així que l'escrit està en aquesta llengua (Amelia, pots treure el traductor automàtic). Us en copio fragments, no us cal saber què he fet i què faig ni l'edat, que ja n'esteu al cas. Us ho copio perquè en deuran usar unes quatre línies, m'imagino, i perquè m'ha fet reflexionar sobre vida i educació:

"Yo empecé en X a los trece años, en un momento crucial para forjar mi identidad personal y allí encontré un entorno que me permitió desarrollarme como persona y que potenció mis puntos fuertes.
Destacaría, ante todo, el valor del esfuerzo porque es un principio que siempre guía mis acciones. La constancia es fundamental para hacer realidad tus sueños, pero, además, a medida que vas haciéndote mayor, te das cuenta de que a la hora de medir tus propios logros, el camino, la perseverancia, tienen más peso incluso que el resultado final. Es así como se aprende. Cuando he tenido la oportunidad de dar clases en la X he intentado transmitir también este valor. Por mi parte, cuando me matriculé al X, mis compañeros ya habían estudiado francés durante un año, pero la profesora me animó, de forma pautada, a esforzarme para estar en unos meses al mismo nivel que mos compañeros.

Además, en X encontré siempre el apoyo del profesorado, sentí que creían en mí y que respetaban mis ideas y eso, cuando eres un adolescente, tiene mucho mérito. En mi caso personal, yo era una alumna con buenas notas que quería seguir una trayectoria de humanidades; concretamente, quería cursar Filología Catalana. Esto asusta un poco porque a veces se tiene la impresión de que la sociedad no valora las carreras que se consideran a priori poco productivas o sin muchas salidas profesionales (debo aclarar que esto es solo un mito). Yo había oído en mi entorno personal amigos y familiares que cuestionaban esta elección con el pretexto de que “con tu expediente académico podrías hacer lo que quisieras”. Recuerdo como mis padres, que nunca pusieron en duda mi vocación, quisieron entrevistarse con distintos profesores de la escuela antes de que tomara la decisión final sobre mis estudios universitarios. En todo momento recibí el apoyo tanto de mis padres como de los profesores. 

Esto crea un ambiente muy fructífero para el crecimiento personal. Siempre tuve la impresión de que la escuela apostaba por la diversidad de talento entre sus estudiantes. Es decir, que dentro del currículum, permitía el desarrollo de habilidades personales que es difícil puntuar con una nota o cuantificar de algún modo. En mi experiencia, se trataba de la creatividad, que es un valor que a veces parece que olvidamos cuando no puede relacionarse directamente con la innovación empresarial o tecnológica. Cuando terminé la licenciatura, mis padres me regalaron un álbum que recogía cartas de amigos y familiares felicitándome. En el texto que escribió mi madre, citaba una frase de Piaget que se encontraba (no sé si aún está allí) en la recepción del X y que hablaba, precisamente, de la capacidad que tenemos de hacer cosas nuevas, que es un valor que ella consideraba esencial para la educación de mi hermana y la mía y que se daba cuenta que habíamos interiorizado.  

La creatividad ha sido un pilar en mi vida y pienso que empecé a descubrir su potencial cuando estaba en X. Si pudiese entrar en detalles les hablaría de las clases de ampliación de catalán de 4º de ESO, en que cada semana escribíamos un texto a partir de un tema y lo compartíamos con nuestros compañeros a través de la lectura en voz alta. Para mí era el momento preferido de la semana. Después de Educación Física, a última hora de la tarde, teníamos una sesión en que escuchábamos los sueños o miedos de los demás y compartíamos los nuestros a través de los personajes. Para mí significó también descubrir que no era la única que creía en mis habilidades literarias. Los compañeros siempre aplaudían mis textos y, cuando terminamos la asignatura, recuerdo como una compañera, que no formaba parte de mi círculo de amigos íntimos, me regaló Joyce y me pidió que le dedicase el próximo texto que escribiese.

Si solo pudiese escoger otro valor de los que aprendí durante mi etapa escolar en X lo definiría con los términos: cooperación, colaboración y, en definitiva, solidaridad, que en lenguaje de entrevista de trabajo podría traducirse de forma un poco simplista como trabajo en equipo. Pero me refiero a algo más, no simplemente al hecho de ser capaz de aunar los esfuerzos de distintas personas en un proyecto común que sea más que el resultado de la suma de las aportaciones de cada uno. Hablo también del sentido de comunidad que se crea y de la convicción de que entre todos se puede marcar una diferencia y llegar donde tú solo ni te habías imaginado. Los ideales nobles que habías sentido explicar en forma de parábolas en la iglesia, pero que no tiene por qué estar ligado a la religión. En mi experiencia, esto acaba satisfaciendo la necesidad que sentimos de contribuir, no solo al beneficio del grupo, sino de la sociedad. La idea de querer marcar una diferencia en un entorno en el que tienes algo que decir. El origen está en el agradecimiento, en la satisfacción por lo que tienes; en consecuencia, quieres devolverle a la sociedad lo que te ha dado.

Personalmente, cuando terminé el doctorado, estaba buscando mi próximo trabajo a la vez que miraba de encontrar esta manera de aportar mi granito de arena en algo mayor. Primero pensé en participar en un proyecto de enseñanza para niños con riesgo de exclusión social, pero finalmente, y ya con una beca postdoctoral en la mano, lo encontré en el International Mentor Program en Boston, Massachusetts, un programa que se enmarca dentro de la fundación sin ánimo de lucro IMFAHE (International Mentoring Foundation for the Advancement of Higher Education). Los mentores son investigadores que, de forma voluntaria, asesoran a estudiantes españoles en su carrera profesional y les ofrecen su experiencia internacional. En cierto modo, me permitió seguir aportando a través del voluntariado y del trabajo en equipo, al que ya había dedicado tiempo durante mi doctorando, cuando entre unos cuantos cofundamos la asociación ARDIT (Associació de Recerca i Difusió Interdisciplinària en Cultures Medievals).

A mí me sorprendió que en la primera tutoría que mis padres tuvieron con mi tutora de segundo de ESO, algunos de los comentarios de los profesores reforzasen ciertos comportamientos tan sencillos como que hubiese dejado colores a un compañero para un trabajo de sociales o que compartiese mis apuntes. Es difícil identificar cómo se promueve algo tan intangible como la solidaridad o las dinámicas de grupo, pero en cambio es fácil darte cuenta de que fue en la etapa escolar cuando se plantó esta semilla. En las clases de tutoría trabajábamos mucho este tema a través del debate de cuestiones de actualidad o históricas, documentales, charlas de invitados que venían a la sala de actos de la escuela, películas, iniciativas de voluntariado (en tercero de ESO, entre unos cuantos y con la ayuda de una profesora, apadrinamos a un niño: con nuestros ahorros, pagábamos una pequeña cantidad cada mes)...


Y aún me gustaría añadir otro valor que además está en el núcleo de mi trayectoria profesional: la capacidad crítica. Como todos los centros, X tiene una serie de normas que permiten la convivencia, pero cuando llegué me sorprendió la libertad que teníamos los estudiantes de plantear ciertas cuestiones y cómo se nos animaba a hacernos escuchar y a intervenir de forma activa en las clases. Además, los profesores respondían con flexibilidad. Incluso el viaje final de carrera de 4º de ESO (y crédito de síntesis) fue el resultado de una negociación con los estudiantes". 

Comentaris

  1. La primera parte no se traduce, no me da la posibilidad de elegir...

    Que suerte tuviste en tu época de estudiante, yo tengo que decir que mi época del B.U.P fue una pesadilla por el tema del profesorado.

    Algunos profesores tenían denuncias y allí no pasaba nada... hacían lo que querían sin consecuencias y lo único que estaba en la mano de los estudiantes era cambiar al otro instituto que había en la zona, pero era imposible que admitieran a todos.... aún así muchos conseguían irse.

    Por fortuna la época posterior fue mucho más normal :)

    ResponElimina
    Respostes
    1. Qué horror, Amelia :( Hice casi toda la ESO y el Bachillerato en una escuela privada, así que la elección de este centro fue muy acertada. Nos entrevistamos con la directora unas semanas antes de mudarnos allí. Yo, que era muy tímida, me beneficié de un entorno en que la iniciativa y la participación eran muy bien valoradas.

      Elimina
    2. Yo llegué a pedir a mis padres que me enviaran interna a donde fuese pero que me sacasen de allí, aunque ellos no podían pagar los costes y aunque intentaron mover cielo y tierra para cambiarme al otro instituto público, no pudo ser...

      Las palabras de la directora fueron que no entendía como cada año había una avalancha de solicitudes de admisión desde el otro centro y que obviamente no era normal y algo debía pasar pero que ellos no podían admitir a todos los alumnos porque no tenían capacidad. Y por mi domicilio me correspondía el otro.

      Elimina
    3. Seguro que con estas anécdotas llenarías otro blog. Me parece muy mal resuelto y organizado el instituto, la verdad...

      Elimina
  2. Una gran escola amb un ideari excel.lent!
    Us va permetre gaudir d'un bon equip de mestres i professors que us deixaven crèixer en valors i us donaven ales. Bons records!
    :)

    ResponElimina
    Respostes
    1. Va ser un molt bon itinerari, el de les dues escoles on ens vam formar i educar. La del parvulari la recordo menys, però també hi vaig aprendre una lliçó de vida als 4 anys!

      Elimina

Publica un comentari a l'entrada